Como en cualquier otro idioma, la comunicación verbal o escrita se sirve en español de una serie de palabras, conocidas como palabras “comodín”, “muletillas” o “conectores”.

 

Por otra parte/ por otro lado, el periódico destaca las conversaciones de paz en Sudán.

Por supuesto, te invito al cine

Desde luego, debía haber cruzado por el paso de peatones.

Claro, el hecho es que no me quieres.

O sea, los colores de esa bandera son los que más te gustan

Hombre/tío, no me gustaría correr ese riesgo.

Mujer/tía… ¡no es para tanto!

Bien, creo que lo he entendido

Desde luego, tienes mucha gracia.

Vale, nos vemos a las tres

Oye, debes recoger el correo

Digo yo, que algunos me tienen manía.

Es decir, las teorías sobre motivación son importantes.

¡Guay, es estupendo!

A veces, estas palabras o expresiones se usan con distintos sentidos para introducir o enlazar una idea con la siguiente, mantener el hilo de una conversación, discurso o narración; pero, aportan poco al hecho comunicativo.

Son voces o frases que, usadas como tales, viven gracias a los hábitos del hablante más que a las normas de estilo, muchas de las cuales desaconsejan su uso.

Y algunas son tan espontáneas, coloquiales o informales que se prodigan sobre todo en la expresión coloquial, el habla popular o la narración literaria.

Hay editores de textos que desaconsejan el uso excesivo de locuciones como por otra parte, por otro lado o asimismo a la hora de enlazar los párrafos de un texto, por lo poco o nada que aportan a la exposición de escritos, no solo formales.

Los detractores de las palabras comodín o muletillas consideran que son prescindibles; no valen nada o casi nada en el contexto e interrumpen el ritmo de la comunicación.

Sin embargo, se encuentran en las noticias, los artículos de opinión y los comunicados de prensa, en los discursos políticos, los discursos jurídicos, científicos o lingüísticos, ensayos, novelas, cuentos, o libros de texto… Las usan los políticos, los médicos, abogados, banqueros, empresarios, consultores, periodistas, deportistas, cantantes, actores … Están en el lenguaje formal y en el coloquial.

Aunque los adversarios de los comodines tienen gran parte de razón y es mucho más elegante no abusar de estas voces que afean o encorsetan el estilo, su gran valor radica en que son útiles para quien las emplea cuando actúan como bastones de apoyo.

En estos casos el hablante descansa en ellas para seguir adelante con el hecho comunicativo, ordenar sus ideas, enfatizar o, simplemente, no perder el hilo de la exposición.

Otras muletillas que oirás hoy por las calles españolas, especialmente entre los jóvenes como tío/tía o mujer/hombre, a veces sustituyen al nombre propio de las personas y otras veces son meras expresiones onomatopéyicas (¡tío!, ¡guay!)

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio